Esta es la casa

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I

Esta es la casa de las mil habitaciones; mil puertas y mil cerrojos por los que miro en busca del reloj. Estos son los pasillos por los que deambulo a diario, convencido de que hay más que vacío en esta casa.

II

Que haya una ventana al final de un pasillo es una suerte de poca frecuencia: desde las ventanas de la casa se ve el jardín de fuera, ¿o acaso está dentro? Mirar por los cerrojos y correr por los pasillos ha llegado a confundirme: ¿Veo el jardín desde la casa, o veo la casa desde el jardín?

III

Perdida la noción del tiempo, empiezo a perder la del espacio: ya no sé si subo escalones cuando mis pies se sitúan uno arriba del otro mientas camino sobre un plano inclinado; se pierde entonces el principio que da sentido a la escalera de esta casa. Cortázar diría que aquel episodio podría germinar formas más bellas, pero tal juicio no elude el asunto en cuestión: ¿Subo, o bajo? Al menos tengo la certeza de que sigo de pie.

IV

Qué dicha sería volver a la biblioteca de algún piso incierto. Hace mucho que no leo, ¿Cuánto es mucho si no encuentro el reloj?

V

Solía contar las horas siguiendo el sonido del péndulo que resuena por las paredes de la casa, pero me temo que el reloj es astuto y el sonido ya no sigue una secuencia. El reloj y la casa parecen aliarse. ¿Se oye el péndulo también en el jardín?

VI

Este pasillo no luce como los otros cien que he cruzado hoy.

VII

Doblo a la derecha, camino, miro por los cerrojos, y de repente sucede: escucho el reloj cerca, y resuelvo que debe encontrarse en alguna habitación de este pasillo. No me es permitido entrar a cuantas habitaciones me plazca, de modo que debo meditar mi elección; mirar por los cerrojos es una ventaja de la que estoy agradecido.

VIII

Esta es la casa. Estos son los pasillos por donde se me va un tiempo que no descubro pero siento. ¿Se puede sentir el tiempo fuera de la casa? He visto por más de trescientos cerrojos hoy, ¿o acaso han sido trescientos dieciséis?

IX

Lo escucho y lo siento más próximo. Miro por el cerrojo y, extasiado, poso mi mano sobre la perilla. Ingreso y descubro la oscilación del péndulo tal como la imaginé.

X

Ciertamente miro el reloj perplejo ante la naturaleza de un tiempo distinto al que transcurre en los pasillos. Descubro que la biblioteca,  la ventana, e incluso el árbol del jardín, bien podrían tratarse de mí mismo porque soy, pues, una simple percepción, soy y existo según desde donde se me mire.

XI

Me acerco a la ventana y miro el jardín justo cuando la oscilación del péndulo evoca la melodía que me mantuvo cuerdo en mis días por los pasillos. En efecto: la cordura es también una cuestión de percepción. Esta es la casa que se ve desde el jardín.

Jorge Vargas Chavarría | @jorgevargasch

Ilustración de June Kim

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JUNE KIM

 

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