Cóncavas, diminutas, de formas inusuales o inusitados pesos. A pesar de ser distintas, ocupamos los mismos escenarios: el reencuentro de amigos que, pasado el tiempo, siquiera se reconocen; el comienzo o el final de un vínculo; el sosiego de los últimos años de vida. Ofrecemos una compañía silenciosa que obedece a la naturaleza del secreto; no contamos con un lenguaje que nos permita la comunicación con seres ajenos a la porcelana, mientras que entre ustedes, especie de diálogo, nada permanece oculto por siempre. Somos una vajilla fina que le atribuye al secreto una condición solemne: las confidencias de nuestros propietarios nos habitan hasta el instante de descuido en que hacemos frente a la temida caída libre. Por muchos que sean los intentos por juntar los pedazos y dejarnos como nuevas, cualquier esfuerzo por una labor ilustre se desvanece entonces. No es fácil rescatar algo después de su muerte.